miércoles, 11 de septiembre de 2013

Fondas de Miami (III)



Vigilantes de la Calle 8

Armando López estaba por llevarme a El Nuevo Siglo, un supermercado donde se puede almorzar. Ayer llovía a cántaros mientras el Ford Fusion de López desembarcaba en ese sitio del que tanto me había hablado. Y tenía razón: aquello no hay que perdérselo de ninguna manera.
Se entra por una puerta de cristal –no es automática - como a cualquier supermercado, y de frente están las cajas, con sus cubanísimas cajeras, bien maquilladas y peinadas, con uniforme azul verdoso; un estilo aplatanado que únicamente los que vivieron en Cuba en el capitalismo conocen. Quiero decir: los pocos que van quedando.
Inmediatamente, a la derecha, corre una barra abierta en la que uno puede apoyar los codos mientras almuerza. Se observa cómo cocinan y se escucha la manera de interrelacionarse las camareras y cocineras, aunque también hay hombres sirviendo o llevando y trayendo platos. Blancos, negros y mulatos, de Santiago, Guantánamo y otras provincias. En fin, la cultura nacional en pleno corazón de la Calle 8, alrededor de lo mejor que identifica a la cultura, eso que llaman gastronomía.
La pizarra, escrita con tiza, muestra una veintena de platos típicos: ternilla, pollo a la plancha o rebozado, hígado encebollado, pata y panza, filete de pescado, bisctec de palomilla, todo guarnecido con arroces y viandas. Todo hecho a la orden.
Además de la barra, están medio escondidas unas mesas altas con banquetas, al lado de la bodega de vinos. El trato, como debe suponerse, es cercano.
Los cubanos nunca comimos mucho pescado, por eso los platos del día “más fuertes” suelen ser los de carne roja. Ese trauma que arrastramos con la carencia ha llevado a que las fondas cubanas de Miami –y hasta en el Publix, que es americano- sirvan una cantidad bárbara. En El Nuevo Siglo -¿se refiere al XXI o al que está por venir con la caída del castrismo en Cuba?- se come felizmente por siete dólares, sin incluir taxes y propina. Vamos a ponerle ocho. Nada caro, si tenemos en cuenta la rica sazón de una ternilla en salsa con arroz blanco y yuca blandita con mojo.
De lo demás no puedo dar fe de paladar. Sí decir que López casi no habló –cosa rara- disfrutando un “buque” de pata y panza en su jugo.
Verlo me recordó los callos en salsa de mi suegra, callos que nunca probé –la salsita sí, con pan- por rechazo tácito a lo que no fuera fibra, bistec, entrecot, masas fritas.
Tal vez con este concepto me esté perdiendo lo mejor.
Pues bien: el postre lo tomamos en la panadería del propio súper, que está escondida al final del “establecimiento”. Nos recomendaron una especie de croissant con crema, que allí se llaman “vigilantes”.
Entre risas y con mucha parsimonia de las panaderas, vinieron a cuento los vigilantes del CDR, otro trauma nacional.


El Nuevo Siglo, Supermarker, 1305 sw 8th st. Miami

domingo, 8 de septiembre de 2013

Si te hubiera querido...



Cachita, no te enfades

Se me hace un nudo en las manos si tengo que escribir de Barcelona. Se lo contaba a una amiga el otro día por chat. Le dije que no es tarea fácil arrancármela, como Toña la Negra se arrancaba la vida cuando cantaba. Aunque la dejé escrita de algún modo muy personal –a Barcelona, quiero decir-, se hace complicado evocarla. Algún nudo que no merezco debe haberse tejido en mi ausencia, o mejor dicho, sin mi autorización.
Las mujeres despechadas – con una sola  basta, decía mi padre, que en paz descanse- se habrán puesto de acuerdo para que Barcelona me dejara el sabor amargo que tengo. Quien me conoce sabe por qué lo digo. Y no es regodeo, por si acaso. Es que allí comenzó todo a madurar, pero de una manera que atormentaba mucho. Llevaba de todo para protegerme, pero estuve tan obnubilado que no atiné a la magia de mi cultura original para guarecerme en ella. Me desboqué con la novedad y, por supuesto, enfermé de desconfianza. Eso no es nada, lo sé; hay quien ha enfermado peor.
Pero vamos al caso: Hasta la llegada de María a mi vida no salió del fondo de una maleta una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre que llevaba de Cuba. Incluso, es imperdonable que no sacara a tomar aire a “Cachita” habiéndome regalado la estampilla alguien que es como mi madre; me atrevería a decir que mi propia madre que no me parió. Belén, de quien he hablado en este blog, es una negra de Santiago de Cuba que me cuidó lo suficiente desde niño y ojalá que la vida me permita traerla de visita a Miami.
Belén me dio a “Cachita” como quien no quiere las cosas, sabiendo que mi formación materialista de la vida (marxista-leninista por inducción directa de la dictadura) no me permitía ver más allá de lo que está a la vista. Por eso decía que la novedad hizo de las suyas, mostrándome Barcelona tal cual.  Y yo, de todo eso, faltaría más, compré la noche.
Hasta que un día supe que podía llevar con los ojos cerrados a cualquiera por los bares más increíbles y dejarme la vida entera en esa jornada. Otra manera de arrancarla de uno mismo o de que te la arranquen.
Hasta ese día no emergió la estampita de Belén, que es de plástico y está rajada. Tal vez esto signifique algo. María supo darle la importancia que merece al colocarla en una esquinita de cada una de las habitaciones que tuvimos, porque, hasta que nos casamos, nos mudamos de piso varias veces.
Las cosas comenzaron a mejorar pero yo estaba convencido de que era por María. No fue hasta que aterrizamos aquí en Miami que comencé a atar cabos y caí en la cuenta de que “Cachita” estaba transferida por Belén para hacer marchar las cosas de una manera no tan atormentada o, siendo más exacto, de una manera no tan atormentadora. Al llegar, alguien dijo que habíamos aterrizado en la víspera de “Cachita”, un 7 de septiembre, que a su vez era el día de la Virgen de Regla, patrona de los mares, también una diosa del panteón afrocubano.
¿Y por qué la víspera y no el mismo día?
Es curioso: el vuelo se retrasó un día por razones técnicas, según dijeron los del aeropuerto del Prat. (Nos enviaron a un hotel de Barcelona donde descansamos un poco con los niños antes de tomar un avión trasatlántico). Yo pensé que era para que me tocara el mejor oficial de Miami. Pero parece ser que no era por eso (aunque el agente fue amable).
Era para cerrar un círculo porque al año y un día –o sea, la fecha de “Cachita” pero del año siguiente- aplicábamos para la residencia aquí. Los cubanos saben cómo.
Debo decir, aunque tal vez sea obvio, que “Cachita” está colocadita en un rincón de la máster room, rajada y amarilla como llegó a mis manos a través de Belén. Aunque no estoy del todo seguro si se había rajado dentro de la maleta donde estuvo antes.


Foto del autor, retrato de familia

viernes, 6 de septiembre de 2013

El Padre Conrado frente a Bayly


Sabíamos que es un clérigo fuera de serie, contestatario, incorrecto políticamente (atrevido para lo que en Cuba significa no estandarizarse), luchador por los derechos humanos y, entre otras “actividades”, auxiliador de su parroquia en severas temporadas ciclónicas (la tormenta Sandy de finales del año pasado dejó a Santiago de Cuba en la ruina). Pero jamás contamos con que el Padre Conrado, que viene mucho a Miami, se dejara entrevistar por Bayly. Mucho menos encuadrillado por Bayly y su jovencita mujer. Porque la entrevista tuvo lugar el viernes pasado, de cara al fin de semana, cuando el presentador de Mega TV tiene una sección fija e intimista con su cónyuge.
De Bayly se podría decir cualquier cosa menos que es mal entrevistador. Al Padre Conrado le “regateó” sutilmente el perdón para un pecador que no ha bautizado a su hijo (pidió en cámara al sacerdote que lo hiciera él cuanto antes) y tampoco se ha casado por la Iglesia. Pero más que eso, tratándose de un bisexual que se vanagloria de serlo, que lo expone constantemente en sus programas diarios y luego el viernes se aparece con su bella Lolita (no se llama así su mujer, es por alusión a la novela de Nabokov).
El cura debe saberlo todo de antemano. No creo que, siendo un clérigo tan inteligente que se le ha encarado a una dictadura, no haya estado informado. Es de suponer que el Padre no pueda resistirse a lo mediático. Y bien que hace. Hoy en día, la tele es lo que más funciona para resolver cosas aparentemente insolubles.
Hace poco, la jerarquía católica de la isla lo trasladó de Santiago a Cienfuegos, justo después del ciclón. Es como si le hubieran bajado la categoría. Santiago no solo es la segunda ciudad en importancia, sino la cuna del movimiento UNPACU (Unión Patriótica de Cuba), que en estos momentos está siendo el grupo más temerario de la  oposición.
Claro que se trata de un cura incómodo, pero ya se ve lo libre que es. Habla por teléfono con los medios anticastristas, ayuda a los damnificados con donaciones independientes (Rodiles envió a Santiago paquetes humanitarios que él mismo distribuyó), viaja a Miami y en la “mata” del exilio se entrevista con Bayly, dejándole un hueco en su agenda para bautizar al crío.
Más allá del show, el cura sabe lo que hace. Y la Iglesia en Cuba, ahora aliada del gobierno, parece que también.

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