martes, 23 de abril de 2013

Una foto inesperada





No habíamos contemplado la posibilidad de que Yoani Sánchez se hiciera una foto junto con José María Aznar. Y, la verdad, es preocupante que esta posibilidad no pasara por la cabeza, con la experiencia que da la vida.
En política cabe todo.
A partir de ahora habría que plantearse, por mucho que ella diga que no, a Yoani como un ente político, más que como una embajadora del amor y la paz.
En Estados Unidos se reunió con personalidades de todo tipo, desde políticos influyentes de diversas filiaciones, hasta celebridades artísticas del mundillo cubano como los Estefan, Willy Chirino, Andy García y todo cuanto famoso quiso recibirla y fotografiarse junto a ella.
Tal vez el propósito de la joven cronista, en esta gira mundial, sea transmitir a través de imágenes un sentido de unidad, que mucho lo necesitamos los cubanos, tan divididos durante años con la fatal confusión entre el Estado y la Nación. Pero, aun cuando Aznar haya acorralado al gobierno cubano con respecto a la Comunidad Europea  –el único político que lo ha hecho sin lugar a dudas-, por otro lado el ex presidente simboliza el ala más rancia de España, la llamada España Cañí, la retrógrada, la más conservadora.
Esto, sin embargo, no es lo más peligroso.
Su adhesión, como presidente, al gobierno norteamericano, su apoyo a la guerra de Irak, en fin, su presencia en la tristemente célebre foto de las Azores (2003), le ganó la repulsa de una buena parte de la sociedad española, que entonces, mayoritariamente, se opuso a esa guerra.
Aznar, incluso para algunos sectores de la derecha española, es un personaje gris y no muy bien recordado. En los medios ibéricos es motivo de burla todavía.
Yoani, colaboradora habitual de El País –un periódico de izquierda- debe estar enviando un mensaje con esta foto, porque inocente no es. Y tendrá sus razones, en este caso no tan claras como las que llevó a su coterránea Rosa María Payá a retratarse con Aznar.
Para nadie –mucho menos para los que hemos vivido en España- es un secreto que a la vieja metrópoli no le interesa la vida de los cubanos, que todos sus gobiernos –alternantes de partido- todavía sangran por la herida de la pérdida de una de sus más importantes colonias, que miran más por sus intereses económicos en la isla que por las libertades individuales de nosotros.
Particularmente creo que Yoani se podía haber ahorrado esta foto. Aunque es probable que ella tenga una respuesta que tal vez sea la más simple de todas.



lunes, 22 de abril de 2013

Guevara, apellido maldito en Cuba

El denominado Guerrillero Heroico ha sido desmitificado para mejor comprensión de la Historia de varias generaciones de cubanos, con la precisión de los hechos situando al Che en la jefatura de un pelotón de fusilamiento en La Cabaña, en márgenes de la bahía de La Habana, donde se ejecutaba al amanecer sin garantías procesales.
Por los mismos años –comienzos de eso que dieron en llamar Revolución y que a la postre fue todo lo contrario-, un intelectual de izquierda con el mismo apellido del Guerrillero Heroico se aliaba para siempre a Fidel Castro, pero no desde un puesto militar , sino desde  una comisaría cultural. Alfredo Guevara, a quien se le adjudica la fundación y fomento de la historia del cine nacional después de 1959, tendría en sus manos, a partir de esa fecha, un ministerio sin ser ministro. Ni falta que le hizo el cargo con todo el poder que manejó.
Fue una especie de protector de ovejas descarriadas que tenían talento y, por alguna razón, quiso resguardarlas de la mano dura que sin embargo era la que lo protegía a él. Todo un enredo para el que no conozca el sentido mafioso de la llamada Revolución. Unos se beneficiaron, se salvaron, y otros no.
En Cuba revolucionaria siempre fue imprescindible tener un padrino. Y Guevara, el dueño del cine nacional, fue uno de ellos.
Como comisario cultural dio alas, abrigó, sucesos tan importantes como las ediciones del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, donde no solo se veía y premiaba obras del patio, sino también importantísimas piezas de Brasil, Argentina y Perú que hubieran pasado de largo en otros lugares del mundo y en La Habana encontraron reconocimiento y público.
Pero por otro lado mantuvo una férrea dictadura dentro de la dictadura, como Alicia Alonso en el Ballet Nacional.
Alfredo Guevara fue una figura sagrada de cuya homosexualidad todo cubano supo sin entender por qué él mismo no defendió a esta minoría de la barbarie, marginación, holocausto ocurridos en los primeros años “revolucionarios”, mediante campos de trabajos forzosos, privaciones de beneficios, persecución, alienación de la militancia política, separación de puestos de trabajos y estudios.
Como muchas cosas, personas, sucesos de Cuba, terminamos aceptando que ese Guevara estaba ahí eternamente, tal figura mitológica, si tenemos en cuenta que la llamada Revolución ha sido eso, una mitología contemporánea.
El culto a la personalidad de ciertos nombres del Estado convirtió en figuras estáticas a seres de carne y hueso que, como seres humanos, estaban llenos de defectos, de resabios, a veces de bajas pasiones.
Pero, en fin, con este Guevara, hoy se acaba de marchar uno de ellos.

Este texto se publicó originalmente en www.cubanet.org 

jueves, 18 de abril de 2013

Rosa María no llorará en cámara




Impactante la entrevista que emitió anoche Mega TV, de Miami, con Rosa María Payá, hija del opositor cubano Oswaldo Payá, quien murió el año pasado en un extraño accidente de tránsito.

Luego de comparecer en Ginebra, reunirse con políticos españoles y, al final, compartir ideas en Miami con miembros del partido que fundó su padre y viejos exiliados, Rosa María apareció sorpresivamente en el programa de Jaime Bayly, en una emisión grabada, cuando ella estaba de regreso a la isla.

El programa de Bayly habitualmente es en directo. Allí estuvo antes Yoani Sáchez y otro bloguero mucho más irreverente, Orlando Luis Pardo Lazo, pero no esperábamos que apareciera en ese programa Rosa María, ya decimos, porque se había marchado de esta ciudad y había twitteado su llegada a La Habana, y, sobre todo, porque la personalidad de esta atractiva joven de 24 años, sosegada, reservada, enérgica, clara, parecía no tener nada que ver con el perfil mayormente frívolo del programa de Bayly.

Sin embargo, el presentador peruano la llevó a su parcela con todo el oficio que éste posee en televisión y también con el debido respeto a una mujer que lucha sin pausa por la democracia de Cuba, y que ha perdido a su padre recientemente en un turbio “accidente” de carretera.

Las comillas del “accidente” no son de quien escribe. Son producto de la interpretación del discurso de Rosa María. Bayly, como es usual, no utilizó el lenguaje indirecto. Fue agresivo hasta que se dio cuenta -¿no lo sabía desde antes?- que el tono y la intención de la joven no ronda sobre el enfrentamiento frontal, sino sobre la presunción de inocencia con que ella ha decidido beneficiar a la dictadura.

Es su línea y también fue la línea de su padre, sobre la base del cristianismo que ya sabemos, a veces, roza el estilo de la sumisión. En todo caso, hay que respetar su estrategia o simplemente la “estética” del Movimiento Cristiano Liberación, que, aclaró Rosa María, ella no dirige.

La concentración de Rosa María para lograr el objetivo final es increíble. Algo poco visto a día de hoy. Su intención de regresar, aun amenazada de muerte, es sumamente admirable.

Su ética –Bayly la puso a prueba cuando le preguntó lo que pensaba acerca de Yoani Sánchez- es de aplaudir, más en estos tiempos en los que aparentemente todo vale.

Rosa María se perfila como una líder política extraordinaria, con posibilidades de manejar el equilibrio en una transición muy necesaria y urgente.

Se va del estereotipo de “lo cubano” y esta idea, esta realidad, como le gusta decir a ella, siembra muchas ilusiones.

Bayly tuvo delante una historia terrible de amor y muerte, un “culebrón” perfecto para Miami pero se vio obligado, sobre la marcha, a transformar su estilo inquisitorio y aparentemente suave, con el que se vale para conseguir respuestas, que generalmente las consigue.

Hubo un momento en que parecía torturar a su entrevistada, en que se empeñaba en arrancar una lágrima. Sin embargo, no lo logró.

Rosa María debe haber llorado mucho en particular –¡y todavía lo que le falta!-, pero no llorará en cámara.

Aceptar esta entrevista en uno de los programas nocturnos más vistos por la comunidad hispana de Miami fue todo un reto, del que salió muy bien parada. Mucho más que eso, nos dejó un mensaje:

Los perfiles bajos pueden mover mundos.

El sentimiento existe.

Foto tomada de la televisión 
Nota: Este texto fue publicado originalmente en www.cubanet.org


Vea la entrevista en You Tube


jueves, 11 de abril de 2013

Mis recuerdos para Elena Sevillano





Estoy tan indignado ante el artículo que escribió Elena Sevillano en El País que necesité pensar en cosas eróticas para despejar el tema; al fin y al cabo, el erotismo parece ser lo único inocuo y mundano que nunca falla.

Ni siquiera jugando con mis hijos me tranquilicé. Todo lo contrario, me dio por pensar que ellos podían haber nacido en Cuba si la barbarie aquella que dieron en llamar Período Especial no hubiera sucedido. Lo digo porque, con falta de libertades individuales y todo, hasta la debacle de los 90 no pensé en emigrar. Quiero decir, en exiliarme.

Decir que el Período Especial fue al final beneficioso para la salud es, cuanto menos, un acto de mediocridad. Que lo digan investigadores de la medicina que usan datos suministrados por la dictadura no me molesta tanto. Ya eso me resbala. Pero que lo diga un medio de prensa, el más leído medio español en Latinoamérica, la verdad tiene tela, o mala leche, ya ni sé.

¿Se burlan de alguien? ¿Se mofan de los cubanos que, tanto dentro como fuera de la isla no superaremos jamás el trauma nacional, el de la escasez, la hambruna, la pastilla de jabón que debía durar más de un mes? ¿Humillan a los que comimos col hervida –sin aliño-, cáscara de toronja y picadillo de vísceras en el mejor de los casos?

Ya no quiero hablar de la bicicleta, que casi nos mata primero que el hambre. No quiero hablar en extenso de una bronca con esa que está en la foto por una pastilla de jabón, porque se me gastaba entre las manos. No quisiera recordar que cuando nos casamos, en el 92, los vecinos “confeccionaron” un cake recopilando huevos, que me encajaron un traje prestado en ese cuerpo famélico que ven, lleno de amarguras y envejecimiento precoz –con 47 años me veo mejor que con 21-, ni quisiera evocar que en La Habana no tuvimos hotel y sí un viaje de mil 200 kilómetros amarrados a la barandilla de un camión, hasta Guantánamo, para que la familia de ella me conociera después de casados, porque antes fue imposible.

En fin, no quisiera pero me sale el recuerdo ante la poca profesionalidad de una periodista que hace borrón y cuenta nueva.

En efecto, mermó la diabetes pero no el infarto del miocardio. No solo la obesidad ataca al corazón. También el estrés provocado por la impotencia de no tener qué comer.

En efecto, perdimos peso, pero no por hacer deporte, sino por una brutal recesión que dejó cientos de miles de personas con secuelas irreversibles de neuropatía por falta de vitaminas.

Para ti, Elena Sevillano, todos mis recuerdos. Somos colegas.




jueves, 4 de abril de 2013

Hoy me siento pionero

Extravagancia de un calendario impuesto en, al menos, tres generaciones de cubanos


Hoy es un día muy especial. Me quita alrededor de cuarenta años solo pensar en este día. Me deja sin dolores de cabeza, sin gafas progresivas (la mejor alternativa para las bifocales de toda la vida), sin entumecimiento en las manos cuando existe humedad (que en Miami se siente todos los días), sin las manías de querer entenderlo todo (que es un verdadero rollo existencial).
Estoy en short, sin embargo, porque el clima así lo requiere. Y la verdad, no me veo ridículo. Consuelo de cuarentón que, a esta edad, acaba de ser padre de familia, con todas las responsabilidades que esto trae aparejado pero que, a ciegas -¿de verdad fue así?-, más temprano que tarde comprendió que tener hijos es la mejor manera de aterrizar definitivamente.
Hoy se podría volver a la semilla sin convocar demasiados demonios, en un flash back bien pensado –a toda carrera- que insuflaría un poco de aire fresco con la visualización –regodeo- de los lugares que no pisaremos nuevamente.
La apoteósica acogida que ha tenido Yoani Sánchez en esta ciudad, al margen de la elucubración política, que es lo que más duele, sirvió para despabilar emociones dormidas. Ponerlas a dormir había sido un recurso seguramente extremo del exiliado, pero no queda más remedio.
De la misma manera, despertarlas es asumir el riesgo de retomar el tiempo, con toda la responsabilidad que esto supone.
No habrá tiempo adicional –aunque lo merecemos- para ver realizados ciertos sueños. El quit de la cuestión es posible que esté en mirar detenidamente logros parciales, que los hay. Y reírnos un poco de lo que no fue posible, si tenemos en cuenta la grandiosa suerte de haber nacido en un país surrealista.
Hoy, por ejemplo, podríamos sentirnos escolares. Podríamos sentirnos pioneros. O sea, niños.
Es la única ventaja del calendario extravagante que nos impusieron para siempre.

Esta crónica se publicó originalmente en www.cubanet.org

martes, 2 de abril de 2013

Odio los parques




Casi no me acordaba de la tristeza que me transmiten los parques hasta que encontré hoy esta foto en el mundillo de Facebook. La realizó mi amiga Mari-Carmen Marcos, supuestamente desde la terraza de un ático en las inmediaciones de la Sagrada Familia.

Efectivamente, en la foto no se ve ningún parque. Ni siquiera se sabe bien –si no se conoce la construcción fálica de la Torre Agbar- que se trata de Barcelona. Parece un paisaje corrosivo, imaginariamente en suelos de Chernobil muchos años después de que los naturales pudieron regresar e instalarse allí nuevamente con todas la comodidades, incluyendo un arcoíris permanente –prestado- que les situaron como cortesía por todo lo que hubo de pasar.

El parque, créanme, por favor, está debajo de esta foto.

Barcelona, para mí, es un parque donde no pasa el tiempo. Es una pena que tenga que recordar así. Pero cada cual tiene sus propias vivencias.

Yo fui a Barcelona, básicamente, a crear una familia. Para ello tuve que pasar muchas horas en los parques cuidando ancianos y enfermos terminales.

La frase “tengo ganas de morir” me acompañó inexorablemente en boca de personas a mi lado que iban en dirección contraria.

Hay muchas historias, pero la clásica es la de un hombre de cincuenta y pocos años afectado de Esclerosis Lateral Amiotrófica que me pidió altramuces como último deseo, sentados -¡cómo olvidarlo!- en el parquecito con un pequeño lago frente a la fachada de la Sagrada Familia, la que  ostenta un singular árbol de la vida.

Y, claro, yo no nací para eso.

Fueron solo circunstancias que se extendieron en el tiempo más de lo debido, más de lo calculado, más de lo deseado.

El efecto es un daño irreversible que me imposibilita disfrutar al máximo de un parque agreste de Miami en compañía de mis hijos mellizos que tienen ahora un año y medio.

La metáfora de la foto se presenta como un juego de interpretaciones, mediante el cual cuada uno se llevará -o se quedará- recuerdos de Barcelona si acaso alguna vez hubo de dejar esta preciosa ciudad.

Lo más preocupante, en todo caso, sería  por qué esta imagen me hace pensar en un parque.

Foto de Mari-Carmen Marcos