jueves, 28 de febrero de 2013

El proceso



Nadie quiere estar en el pellejo de Ángel Santiesteban-Prats, escritor cubano con obra publicada (narrativa fundamentalmente) que acaba de entregarse a las autoridades para ser conducido a prisión, nada menos que para cumplir cinco años de cárcel.
Nadie se lo hubiera imaginado. Mucho menos yo que lo tuve delante hace más de diez años en Caibarién, al norte de Villa Clara, en un encuentro nacional de talleres literarios. ¿Quién iba a atreverse a vaticinar el destino de dos hombres en aquellos parajes deliciosos –aunque derruidos- de un pueblo pesquero tranquilo, donde el olor del salitre, junto con las lecturas que salían de los corrillos en la piscina del hotel, provocaba el éxtasis en una mediana edad, sin complejos, sin competencia, alejados, como estábamos, de la rutina salvaje que nos consumía en la capital?
Ahora, este servidor acostumbrándose al exilio y el escritor humilde (sí, la palabra bien empleada, refiriéndose no a las clases sociales sino a las actitudes del ser humano) entregándose a la policía política, a las autoridades o burócratas, más de diez años después.
Eso por decidir quedarse en la isla. Y por, desde allí, expresar abiertamente lo que piensa.
Son suertes o caminos bien diferentes aun cuando alguna vez las almas se juntaron.
No ha habido nada, hasta el momento, que lo salve de la cárcel, ni las campañas nacionales e internacionales, ni su abogado, ni sus amigos, ni el cariño de su hijo.
En estos días chateamos en Facebook y, la verdad, me daba vergüenza organizar las palabras para dejarle caer mi apoyo. ¿Qué se le puede decir a un hombre que ha sido condenado injustamente y que, con pies de plomo, espera los días, los cuenta, para ir a entregarse a sus carceleros?
Hemos sabido que su ex mujer lo acusa de maltrato, pero a todas luces se trata de un proceso kafkiano encomendado por la dictadura para meter entre rejas no a un hombre, sino a un blog. Da risa y a la vez mucha impotencia.
Este sería uno de los últimos coletazos de un animal medio muerto, al que no le va quedando más remedio que soltar prendas. Desgraciadamente, con los bandazos que da, arrastra a un ser querido y admirado como artista y persona.
Todavía, viendo las imágenes de hoy mismo cuando se entregó bajo la lluvia, en aquella ciudad (La Habana) que huele a despedida luego de una larga agonía, seguimos preguntándonos por qué lo eligieron a él.
El tiempo responderá.
Esperemos que para Ángel Santiesteban la cárcel no sea tan larga y dura como ha sido con otros opositores declarados. Opositores pacíficos.



 Foto. Ailer González (Estado de Sats). Santiesteban, a la derecha, se despide de sus amigos, esta tarde


lunes, 25 de febrero de 2013

It's raining again


Para Pedro

 El olor a hierba mojada no falla en ninguno de sus regresos, pase el tiempo que pase. He aquí un tipo de memoria olfativa tan eficaz como las canciones que hicieron compañía en la adolescencia, en mi caso las canciones en inglés de los ochenta. Y si se mezclaban las dos cosas, allá en Cuba, era lo máximo para avivar la melancolía. Entonces imaginábamos cómo debía ser la otra orilla, desde donde salían las canciones en inglés, baladas, en su gran mayoría, que marcarían para siempre un estilo de vida, un escenario.
El tiempo ha pasado y ahora estamos en la otra orilla, la imaginada, pero estamos forzosamente instalados aquí después de dar un poco de vueltas en el exilio que nos pertenece, exilio interior y exterior. Estamos  ahora comprobando todo esto, aunque dolidos por unas muertes prematuras que surgieron de repente. Aquí tenemos la misión de comunicarles cómo es el lugar.
Ni más ni menos que el mismo olor cuando llueve; los aguaceros de golpe, unos quince o veinte minutos y la humedad absoluta en el ambiente. La gente se pone mangas largas, confundida. Ni más ni menos.
Se respiran aires de libertad en el inmenso Miami, que es una ciudad sin rumbo, aparentemente.
Se comprueba que la distancia física con La Habana es muy corta y que definitivamente uno está del otro lado. Se comprueba además que no añoramos volver; más bien se entera uno de esto; lo descubre un domingo en que el chaparrón obligó al recogimiento con la familia que se ha creado; nuestra descendencia que no sabe nada, o casi nada, de la otra orilla. Una familia ajena al descalabro que fue la adolescencia, en casi todos los sentidos.
Uno piensa que puede haber personas cerca, capaces de dar fe de aquel pasado, y termina dolido mirando por el cristal.
Mi padrastro, a quien siempre tengo ganas de llamar, no ha respondido aún.
Dice mi mujer que han pasado muchos años y que ahora el que llama, el que busca, es un hombre de cuarenta y pico (no me acuerdo exactamente) con una familia hecha. Yo le digo a mi mujer que se equivoca. El que marca un número de teléfono es el niño aquel.
¡Y a un niño no se le deja esperando!

Foto María García

viernes, 15 de febrero de 2013

Rosa Virginia y María Gabriela en el Día de los Enamorados




Si no fuera porque detrás de este enunciado está el destino de un país -o de dos-, leeríamos con sobrada costumbre superficial una página de prensa rosa, una estampa costumbrista, un comercial aparentemente inocuo por San Valentín; ese día en el que uno suele comprar compulsivamente lo que se vende en la calle para no llegar con las manos vacías al hogar.
Pero no. Detrás de este manifiesto hay un trabajo de marketing muy bien pensando, efectivamente, para que el incauto compre o termine de comprar el culebrónico caso de la enfermedad del presidente Hugo Chávez y su misterioso viaje a La Habana, donde está internado –diríamos, mejor, secuestrado- desde hace 68 días.
Lo más ridículo –la palabra cursi se queda corta- del hecho de presentar fotografías de Chávez como fe de vida, y para contrarrestar la especulación que ellos mismos provocaron, es que se haya escogido el contexto del Día de los Enamorados y se calce la escena con una frase tan sensiblera como que el presidente está enamorado de sus hijas Rosa Virginia y María Gabriela, y viceversa.
Todo esto es pura distracción.
Los cubanos conocemos demasiado bien los montajes de los que son capaces los hermanos Castro, igual que ahora, con el periódico Granma en las manos. Todo para demostrar una fecha equis y ganar tiempo. Así nos educaron  y así trascurrió la vida hasta que cumplimos más de medio siglo de dictadura, hayamos comprado alguna vez, o no, el producto.
Decíamos que lo más lamentable de todo esto es la cursilería en aras de volver a engañar. Como si el tiempo no hubiera transcurrido.
El mensaje ahora es para el pueblo venezolano, no para el cubano.
¡Que viva Chávez! (frase que trata de inducir un pensamiento endiosado), va acompañada de un tecnicismo tal como cánula traqueal (para justificar la ausencia de voz) y de un hiper-historicismo como recordar en este día los 194 años de un discurso de Bolívar que, recuerdan los chavistas, es su obra maestra.
Se ha necesitado todo este aparataje semiótico para ofrecer la fe de vida que se le debe al pueblo venezolano hace 68 días. Tan fácil como poner una imagen en movimiento, reportando sin torceduras de ningún tipo qué es lo que está pasando para que la vuelta del presidente a su país se haya alargado de esta manera. Y sobre todo explicar por qué, para ellos, fue preciso violar la Constitución.
Hubiera sido todo muy sencillo.
Pero ya sabemos que los protagonistas de este culebrón no son muy naturales que digamos.

Este texto fue publicado originalmente en cubanet.org


lunes, 11 de febrero de 2013

Salvados por la península





Unas raras especies que, según dicen, andan sueltas por las urbanizaciones del sur de la Florida escaparon del zoológico de Homestead –muy cerca de Miami- cuando pasó el huracán Andrew, en 1992 . Eso explica que aves no tropicales, ya adaptadas, hayan decidido seguir aquí. Creo haberlas visto por los alrededores de mi casa. También una vez, según mi mujer, pasó un zorro por el Florida Room, ese maravilloso espacio trasero de la casa, concebido para leer o hacer ruido sin molestar a nadie ni ser molestado.

Vivir en Kendall –uno de los Miami, porque hay muchos- es como estar en una isla pero con todos los servicios. Ojo, es necesario coger el carro (automóvil) para ir al supermercado, a no ser que tengamos un súper al lado, lo cual es muy raro que suceda. Este fin de semana aprovechamos para estar en familia, con el viaje al supermercado incluido, como debe suponerse. Había un tiempo estupendo (unos 25 grados centígrados, aproximadamente 77 en Farenheit); un cielo azul al medio día que luego derivó en negro, y un aire fresco que no llegaba a molestar.

Pensamos llevar a los niños a las piscina del barrio pero desistimos de la idea en aras de aprovechar más el tiempo paseando por los alrededores de la ciudad (Kendall) que tienen muchos kilómetros de llanura preñados de plazas comerciales. En estas explanadas están, entre otros negocios, los supermercados, a veces sin una palmerita que pueda adecentar un espacio donde se aparcan las naves. (No está exagerado el término: hemos visto gente que va a hacer la compra con el yate (bote, le dicen) a remolque.

Hay espacio, por supuesto. Eso es lo que sobra en esta extraña ciudad donde es necesario recorrer muchos kilómetros (aquí se mide por millas) para visitar un amigo, sin una montañita que se cruce en el camino. A todo uno se acostumbra, sin embargo.

De regreso del súper, detuvimos el carro para que pasara una escuadra de garzas blancas que nos hacían la visita en nuestra urbanización. Pensé en ese momento lo dichoso que éramos de vivir en una península, al menos este fin de semana.

Si uno no estuviera al tanto de las noticias -opción viable y respetable- no tendría siquiera que sospechar que estábamos rodeados; hacia arriba por una tormenta de nieve (Nemo, bautizada) que dejaría sin luz eléctrica a casi un millón de abonados en la costa este estadounidense, mientras que a la izquierda, en Alabama y Mississippi, varios tornados arrasaban provocando decenas de heridos.

Ya digo: lo más que pudimos alcanzar  a ver fue un cielo negro que duró un par de horas.


Foto del autor: Kendall, este fin de semana.


miércoles, 6 de febrero de 2013

Texteando al volante en Miami (Maquillándose también)


Una amiga me hizo un cuento que puede ser verdad. Resulta que un carro chochó a otro por detrás porque el conductor culpable iba texteando, un gerundio terrible que deriva  de un verbo inventado por la fuerza que tienen los teléfonos móviles. Pues bien, el carro chocado lo conducía una mujer que estaba maquillándose en ese momento y, como consecuencia del impacto, el lápiz penetró en su ojo.

La mujer aprovechaba la luz roja para retocarse, aunque se han visto algunas coquetas maquillándose mientras circulan.

No obstante –y esto parece ser una cosa normal-, conducir con el móvil en una mano es algo que forma parte del sistema vial. De hecho, quien escribe no hubiera escogido el tema si viviera por años en Miami. Pero en Barcelona, donde residía antes, las multas son altísimas en tales casos.

Y uno se pregunta por qué en Miami no se utiliza el manos libres, dispositivo interesantísimo que está al alcance de todos y que incluso muchos terminales (celulares) lo traen instalado. ¿Por qué textear se ha convertido en una droga que domina el control de las personas, a tal punto de realizarse mientras se conduce?

También me han dicho que la ley para prohibirlo “está en camino”. Si es así, que apure el paso.

La combinación texto-maquillaje, en la carretera, puede ser fatal, como ya nos hemos enterado. Pero existen resultados muchísimo peores y eso es lo que asusta cada día. No hay que acostumbrarse visualmente a un deporte –ni practicarlo- si lo vemos mal.



 Foto del autor