lunes, 15 de septiembre de 2008

Soderbergh : la vuelta al cole



Luego de casi toda mi vida viviendo en las inmediaciones de la casa del Che, en La Habana, y de tener que jurar en el matutino escolar, diariamente, que sería como él, se me quitaron las ganas de llevarlo en mi equipaje de mano, cuando realicé este viaje sin retorno.
A los que tuvimos la mala suerte de estudiar en Cuba después del año 1959, el argentino se nos colocó a la fuerza en el alma, y en el alma fue que lo procesamos como una mala digestión, en la que el peso de la grasa y/o el alcohol inflama el intestino grueso y esta carga no se pierde hasta que los malos nutrientes se convierten en aire. Así de densa se nos volvió la figura del guerrillero, un símbolo nada más, hecho a la medida del gobierno que teníamos metido en casa por los cuatro costados. No hay nada que pueda asegurar que de niños queríamos ser como él. Más bien, el coro de voces que formábamos reproducía una especie de adoctrinamiento del cual ,con toda certeza, no éramos conscientes.
Ahora tenemos más de 40 años.
Jamás pensé –porque hay que dedicarse a otras cosas en la vida- que la figura de un hombre intangible nos persiguiera tanto tiempo. Primero por la calle, estampada en las camisetas de jóvenes que no saben bien a quien divulgan, y luego en incontables materiales fílmicos.
El más reciente, el largometraje de docu/ficción de Steven Soderbergh, me llevó incluso a una sala oscura el sábado por la noche al salir de mi trabajo, cansado como estaba de tener que lidiar con el rebaño que visita la tienda donde estoy. Yo no quería ir, lo confieso, pero, al mismo tiempo, no podría luego comentar con conocimiento de causa un tema que está en la calle.
La película es aburridísima. No me esperaba un material didáctico sobre la epopeya de las columnas de barbudos que tomaron la capital cubana en 1959. De ese asunto ya tuve que estudiar bastante durante casi los años que tengo. Imaginé que un cineasta como Soderbergh podía tomar el personaje para recrear una buena historia narrativa, un buen largometraje con un guión espectacular, aunque el tema me estuviera, verdaderamente, tocando los cataplines desde hace rato.
Me equivoqué.
Pero salgamos del Che como fantasma.
No es justo que paguemos más de seis euros y dediquemos más de una hora de nuestras vidas a un filme épico redundante, cuyo argumento no avanza nada y su estructura narrativa nos mantenga todo el tiempo alternando el famoso discurso de Guevara en la ONU con la toma de Santa Clara. Así, a palo seco, sin una desenvoltura dramática ni siquiera una pequeñita historia de amor –que sí aparece, pero al final. No hay manera de justificar nada en el argumento de este filme porque no se trabaja ninguna dramaturgia. Está hecho para nosotros que conocemos al dedillo de qué va la historia, y resulta que muchos de nosotros no queremos saber ya nada más de eso. Me pasé todo el tiempo pensando en el espectador no cubano, que termina viendo una caricatura de cuatro o cinco personajes aleatorios –Fidel, Camilo, Raúl, Almeida, El Vaquerito-, unos con mejor suerte interpretativa que otros.
Una amiga española, al salir del cine, me preguntó si de verdad en Cuba se fuma tanto tabaco (puros, me dijo). El largometraje no da para más comentarios, y se lo agradezco, porque me hubiera encendido los recuerdos de primaria, cuando este que escribe usaba una pañoleta roja y vociferaba querer ser, de grande, como alguien que jamás vio en persona, alguien que fue muy valiente y que también cometió graves atropellos, pero esto último no salía en el guión de las clases del colegio.
De Che, el argentino, se salva, a mi modo de ver, la actuación de Benicio del Toro –productor de la cinta- y la banda sonora. Y el esmero por calcar los escenarios de Santa Clara, que, verdaderamente, como dicen en común en España, se lo curraron mucho.
No sé qué pretendían el director y el productor de esta película. A los cubanos nos aburre el argumento, porque nos lo sabemos de memoria, y los otros seres cinéfilos tendrán que irse despertando paulatinamente con los disparos de ametralladora –que suenan bien fuertes, y en estéreo- porque cualquiera se duerme tal y como está la vida de agotadora. Luego, y a pesar de la inmensa apología a la Revolución en la película, dudo mucho que este material se pase en los cines de Cuba, solo por el “bocadillo” en el que Fidel le sugiere al Che que no se situé en primera línea de combate. Así que, hablando de disparos, supongo que a los productores le saldrá el tiro por la culata.
Y como era de esperar: en el casting clasificaron Jorge Perugorría y Luis Alberto García, los dos únicos histriones verdaderamente buenos con que cuenta la isla de Cuba. No hay más opción: el contacto con los actores de categoría comienza por ellos y termina por los dos. Mal vamos, Soderbergh.
Acabo de confirmar que toda aquella parafernalia sobre el Guerrillero Heroico sirve también para jugar al monopolio. Tal vez me equivoco, pero esta empresa concreta de Del Toro –una historia que promete continuar en el cine- se quedará en un partido de mesa.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

La mala llet



Mientras todo se va normalizando –en el trabajo, en la vida social-, sigo atento a la trayectoria de Ike, el ciclón rematador que paseó por Cuba en estos días con ganas de acabar con la quinta y con los mangos, además de con otras frutas nacidas a la luz del sol y a la sombra del desparpajo de la isla caribeña. A los que vivimos en España, Ike nos suena en euskera y tendemos a pronunciarlo tal y como se escribe, con I,y no con la fonética inglesa que le sitúa una AI delante. Para colmo, existe un futbolista famoso llamado Iker, y su nombre se escucha bastante en la televisión.
Ahora que ya pasó y sabemos, medianamente, lo que dejó el meteoro, me permito comparar sus rachas de viento y su furia con la actitud de algunos clientes mal educados. Me ha quedado claro que el llamado estrés postvacacional no es un invento de los sicólogos y sociólogos para justificar horas de consulta. Es real: la gente vuelve a sus rutinas con las hormonas alteradas, con mala leche, como vulgarmente se le denomina a cierta actitud áspera o repelente. ¿Por qué vuelven de un viaje de ocio tan mal relacionados con el entorno propio? Es una buena pregunta, pues debería ser al revés.
Según análisis de este que escribe, quien dedica horas a pensar en el comportamiento del ser humano, la mala llet –en catalán- se debe a un cúmulo de frustraciones que están antes de salir de vacaciones. Llámese insatisfacción con la vida cotidiana, que incluye el trabajo fundamentalmente como elemento de rechazo. Y en el trabajo es donde más horas nos pasamos.
Si la gran mayoría de las personas trabajamos en algo que no nos satisface, y, además, estamos obligados, por los pagos fijos de facturas, a soportarlo, pues esto, supongo, genera una insatisfacción grandísima. Si tal insatisfacción no se sabe o no se puede canalizar, el resultado, como todos podemos comprobar, está en la calle.
Yo que trabajo detrás de un mostrador le temo sobremanera a septiembre, un mes durísimo que significa mucho más que la vuelta al cole.
Supongo que las vacaciones, el tiempo en el que no tenemos que pensar en nuestro equilibrio socio/laboral, nos relajan y nos permiten ver otra vida a un costado, que está llena de colores y que en ella existe la calma y el ocio. Es saludable estar con nosotros mismos porque disfrutamos de una parte oculta que no sale a relucir en todo el año porque estamos alertas, contraídos por la convivencia en la actividad laboral.
Supongo que da impotencia volver a esta cruda realidad luego de un mes, o quince días, realizando lo que realmente no da la gana.
Y digo supongo porque hace muchos años que no tomo unas vacaciones largas. En agosto que viene será mi prueba de fuego.
Mientras llega esa fecha, invito a los que arriben a mi mostrador a que mantengan la calma porque serán atendidos con amabilidad a su debido tiempo, y así no liberamos tanta energía negativa en el ambiente colectivo, y podríamos llegar a entendernos mejor.
No hay nada más contradictorio que una mujer con mala leche, descotada y bronceada por el sol. Me parece una escena que ocurre en planos temporales y físicos diferentes.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Ike, no te empeñes…



Después de varios días intentando comunicarme con mi madre que está en La Habana, su voz apareció muy a lo lejos en el auricular del teléfono.
-Mijo, ya me extrañaba que no me hicieras una llamadita-me reprochó acostumbrada a que desde aquí se origine el contacto.
-Llevo días marcando tu número-respondí un poco cabreado y preocupado por su suerte, luego de que el ciclón Gustav atravesara la isla por la parte occidental y desconectara todo tipo de cables de electricidad y enlaces.
Hace unos pocos años, mi madre permutó nuestra casa de toda la vida –construida por su familia con fuertes muros de ladrillos- por un piso horroroso en uno de los edificios tipo Girón, cuyo sistema constructivo nos legaron nuestros hermanos del Consejos de Ayuda Mutua Económica del antiguo campo socialista. Ahora vive encaramada en una mole prefabricada prácticamente sin ventanas o, en su defecto, con las ventanas remendadas. Sopla el viento en su casa como si ese enemigo invisible se originara en las entrañas de las cuatro paredes que cambió mi madre, un trueque mal hecho y sin sentido. Porque la urgencia por mejorar en la estancada Cuba lleva a mucha gente a perder la cabeza muy a menudo.
-Es la primera vez que paso un ciclón aquí-continuó hablando entre el garrasposo sonido de la línea telefónica-¡Y me da un miedo tremendo!
Mi madre se ha quedado sola.
En épocas de huracanes, yo aseguraba las ventanas, la tapa del tanque de agua y nuestra mata de aguacates. Esta semana no estaré, pero tampoco nos queda un patio ni aguacates colgando de un árbol legendario. No nos queda más que el recuerdo de aquellos días en los que suponíamos que, con el tiempo, las cosas irían a mejor.
Según las noticias ofrecidas por los telediarios españoles, esta noche comienza el barrido de este a oeste que realizará otro ciclón, el Ike, por lo que, a mediados de semana, estará mortificando las ventanas de aluminio de mi madre, colándose como agua impertinente en el interior de su alma.
Solo te pido, Ike, que modifiques tu ruta y que no dañes a nadie. Que desaparezcas, que te enfríes, que te evapores, porque a día de hoy ya te convertiste en noticia.
No castigues a mi país, que ya bastante tenemos con el legado desastroso de nuestros hermanos marxistas, quienes se empeñaron en sovietizar esa parte del Caribe por donde andas ahora.
Vete lejos, Ike, y no vuelvas, ni tú ni tus primos ni alguien que se parezca. Te estaré vigilando.
Nadie en este mundo te necesita.
O sí, alguien sí.
Quise decir ningún país.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Hay otros Gorki



Solo de pasada a todo tren por el blog de mi querida Ivis, me doy cuenta de que no soy el único contrariado con las noticias sobre Cuba. Un ciclón con nombre de pintor austriaco y un músico punk con apelativo de novelista ruso forman un cóctel demasiado postmoderno. El primero trazando una ruta que conocemos los caribeños, más o menos grados a la izquierda o a la derecha, y dejando como siempre inundaciones y corte de luz y teléfono a su paso, para que los que nos fuimos del país estemos aún más incomunicados con nuestros familiares. Y el gobierno, a través de la Defensa Civil, demostrando su capacidad movilizativa y poco reparadora en estos casos. Porque no debemos olvidar que, cada año, el meteoro de turno destartala más la isla y así se queda para la posteridad.
Paralelamente, el mundillo de Internet, del cual formo parte a mi manera, haciendo zafra con la noticia de la detención del Gorki Águila, creyéndose salvador por la pujanza de estos medios electrónicos a día de hoy. No nos equivoquemos: a Gorki lo liberaron porque no conviene retenerlo demasiado tiempo, porque la época es diferente a aquellos duros años 80 y 90 en los que los artistas y librepensadores con temeridad absoluta iban a la cárcel y nadie decía nada públicamente, ni este que escribe.
Hubo un aspecto peligroso en las declaraciones que hizo el propio Gorki cuando lo “soltaron”. Dijo algo así como que sus palabras, su discurso reivindicativo y, en fin, las criticonas letras de sus canciones pertenecen solo a su pensamiento. Y así exculpó de conjura a todos los demás cubanos. Habría que comenzar por decir que esas letras expresan el pensar del 90 por ciento de la población. Pero, claro, todavía no es posible explayarse.
Quiero decir que, mientras la dinastía de los Castro esté en el poder, sería una especie de suicidio colectivo. Nadie, ni siquiera un servidor, está o estuvo dispuesto a ofrecer la primera gota de sangre. Ni siquiera Gorki, que sí brindó un poco de sal y saliva al asunto.
El motivo de estas líneas apuradas, escritas desde el ordenador de mi tienda en el horario de almuerzo – o comida, en una parte de España- es recordar que antes de Gorki otros artistas se plantaron cuando el terreno estaba mucho más árido y verde a la vez. Aquí no vale la metáfora porque me refiero concretamente al color del uniforme de la dictadura.
Recuerdo especialmente en estos días la triste historia de dos hermanos muy talentosos que tocaban la guitarra clásica como dioses, a los que llamaban Místers Acordes. Hacían verdaderas virguerías con las manos.
Un día decidieron sentarse pacíficamente frente a la Plaza de la Revolución, para significar su desacuerdo con el gobierno. Luego de varias horas, los retiraron a la fuerza. Entonces se marcharon a casa con una advertencia de castigo. Y el castigo les llegó a los pocos días, pues un operativo policial los secuestró en su barriada del Cerro, cerca del preuniversitario de ese municipio.
Fueron a parar a la cárcel acusados más o menos de lo mismo que acusaron a Gorki. En la prisión pasaron varios años. Uno de los hermanos enfermó y murió entre rejas. El otro salió a la calle al cabo de un tiempo largo y enloqueció.
No es para menos.
No recuerdo sus nombres, y creo que podría encontrarlos en Google.
Por favor, si alguien que lee estas crónicas lo sabe, agradecería enormemente el detalle de la información para completar mis condolencias en absoluta intimidad durante estos días de septiembre.
Como había dicho antes, tengo en la tienda una brigada de obreros cubanos haciendo reformas generales. Estamos abiertos al público mientras tanto, porque el dueño de la empresa decidió que, solo vendiendo unas pilas para radios, estábamos ganando algo. En estos precisos instantes, los veo colgados de una escalera. En cuanto ponga el punto final, me acercaré a los compatriotas para preguntarles si conocen la triste historia de los hermanos Místers Acordes.

Nota: no puede esperarme, y al llegar a casa busqué algo sobre la vida de estos músicos. La historia es bastante amarga. Se puede leer en la página:
http://profile.myspace.com/index.cfm?fuseaction=user.viewprofile&friendid=320185047